miércoles, 25 de mayo de 2016

Villa de Cura a las puertas de su tricentenario

Hoy cumple 299 años de su fundación por el abuelo de Bolívar
 Oldman Botello

  Los poetas le cantaron al pueblo. Aquiles Nazoa dijo: “Para mi gusto (Villa de Cura) sigue siendo el más gentil de Aragua y el más bonito”; José Antonio De Armas Chitty afirmó: “Villa de Cura o la historia como confidente”; y Lucas Guillermo Castillo Lara: “Clara Villa de la luz de oro”. Todos tuvieron una palabra de admiración por la gente y el paisaje.
 
Sabana de Villa de Cura frente al cerro El Vigía o La Iguana, a la altura del antiguo camino hacia San Francisco de Asís y Los Colorados (Foto Avril. El Cojo Ilustrado)
   La estructuración del nuevo pueblo se debió a un rico adelantado, integrante de una de las familias más distinguidas y linajudas de Caracas y con propiedades en el antiguo valle de Cura: Juan de Bolívar y Martínez de Villegas, caraqueño o aragüeño. Todo un personaje que de sus reales decidió un buen día  comprar una parte del valle porque la zona oeste ya le pertenecía por herencia, y un buen pedazo hacia el este se lo donó para el pueblo el terrateniente Gerónimo Valera.
Plaza Miranda, Av. Norte. Villa de Cura en 1903. Foto Henrique Avril.
  Otra parte del dinero lo invirtió en comprar ganado vacuno, ovejas y aves de corral y reservó el espacio para construir las casas de los 30 vecinos que se quisieran asentar en el nuevo pueblo, como lo prescribían las Leyes de Indias por las que se gobernaba el territorio español en América, y luego a 30 vecinos más hasta completar sesenta. Sería una Villa de españoles, la primera en el que sería andando el tiempo estado Aragua, porque San Sebastián, fundada en 1585, fue Ciudad desde un primer momento y los pueblos del valle de Aragua: La Victoria, San Mateo, Turmero y Cagua, eran comunidades de doctrina de indios instaladas dentro de haciendas del lugar y Maracay no tenía una definición o categoría oficial a pesar de sus diecisiete años de fundada en 1701; era un poblado a la vera del “camino de la Gobernación”, es decir, de Caracas, sede de los poderes públicos y tierra agrícola por antonomasia.
Capilla en El Banco, carretera Villa de Cura-San Juan de los Morros. En la foto, entre otros, el Dr. Anibal Paradisi, presidente de Aragua muerto en la "Revoluciòn de octubre" en 1945; Juan Bautista Hernàndez; Josefinita Carabaño y otros. Foto de la dècada del veinte. (Archivo Oldman Botello)
  Esa Villa se llamó y se llama San Luis de Cura, Villa de Cura o simplemente La Villa, como la nombramos, confianzudos, sus hijos y unos agregdos más.

  El 6 de marzo de 1717, don Juan de Bolívar y Villegas, a secas, solicita al Gobernador de la provincia de Venezuela, don Marcos Francisco Betancourt Castro-Botello, canario, autorización para fundar una villa de españoles a sus expensas, con el nombre de San Luis, en homenaje al príncipe Luis, heredero de la corona española, quien luego sería rey, muy joven, con el nombre de Luis I, pero por poco tiempo y finalmente murió de corta edad. Su padre, Felipe V (el actual rey de España es Felipe VI y es de su descendencia) reasumió la corona que había abdicado en su hijo. El 19 de julio de 1717 dio su aprobación el gobernador isleño y comenzó la andadura del pueblo que está cumpliendo 299 años.
 
Iglesia Matriz de Villa de Cura, data del siglo XVIII aunque su frente es de los ochenta del siglo XIX, de estilo neoclàsico; la foto con sus faroles es de los años treinta. (Archivo O. B.)

  El cura de Cagua se opuso tenazmente a la fundación porque restaba parte de su territorio parroquial  y menguaba su dinero. Se mantuvo la querella hasta febrero de 1719 cuando la jerarquía eclesiástica caraqueña le ordenó no perturbar la fundación o de lo contrario sería excomulgado y debía cancelar una multa de quinientos pesos. Se quedó tranquilo El 25 de mayo de 1722 el rey Felipe V ratificó la fundación del pueblo que ya era parroquia eclesiástica desde 1718 y aceptó el nombre de su hijo para el pueblo.
   A Villa de Cura la visitaron distinguidos personajes en los siglos XVIII y XIX, como monseñor Mariano Martí, el Obispo viajero; José Luis de Cisneros, Alejandro de Humboldt en 1800: los exploradores Pal Rosti, Sievers, la hermosa francesita Jenny de Tallenay que vino de turista y era hija del diplomático francés acreditado en Caracas; le dedicó bonitas páginas en su libro Souvenirs de Venezuela; Miguel Tejera, que vivió varios años en La Villa en la década del 1870, y la describió muy bien en su libro Venezuela pintoresca e ilustrada. Aquí vivió, en el barrio Curita (final este de la actual calle Páez), el pintor Pedro Castillo, que muy joven decoró parte de la Casa del Santo, perteneciente a la familia de los Ríos y ya adulto pintó los murales de la Casa Páez en Valencia, teniendo a su lado al general José Antonio Páez quien le iba explicando el desenlace de cada batalla donde participó y Castillo la plasmaba en el fresco. Pedro Castillo fue el abuelo del pintor Arturo Michelena. De casta le viene al galgo.
Escuela Arìstides Rojas recièn construida y a a la izquierda el primer estadium de Villa de Cura, el San Luis (Foto Pedro Lapenta Temponi)
   También la ciudad cumpleañera tuvo entre sus hijos a numerosos intelectuales. Bastaría nombrar un puñado: el historiador, ensayista educador y académico de la Historia Augusto Mijares, cuyo nombre lleva la parroquia cuya capital es el pueblo de Tocorón y que nació en la calle Páez, frente a la casa donde vivió el poeta Aquiles Nazoa; Cristóbal Benítez, Rector Magnífico de la Universidad de Los Andes y diplomático; el poeta y diplomático Julio Morales Lara, aquel que poetizó a nuestra criolla fuente de agua: “Tinajero, tienes un corazón armonioso; el agua, que nació en la montaña, se metió como un pájaro en tu jaula”; Rafael Bolívar Coronado, que también nació en la calle Páez, prolífico escritor y periodista, autor de la letra de Alma Llanera. Pero dos próceres de la Independencia nacieron en el campo, Luis Tomás Peraza, en las cercanías del sector Las Guasduas y fue diputado al Congreso de Angostura y el padre Juan Antonio Díaz Argote, nacido en la hacienda El Caño, en la salida de Villa de Cura a Cagua; fue diputado por su pueblo natal al Congreso Constituyente de 1811 y firmó el Acta de Independencia, aunque después abjuró de la autonomía y se retiró a la Catedral de Caracas donde fue Deán. También fue villacurano el Dr. Domingo Gallegos, primer médico nacido en Aragua, graduado en España. 
Hermosa foto del arco de la Almeda Crespo en 1896 aproximadamenete, en la entrada de Villa de Cura. Al fondo los àrboles de la plaza Bolìvar actual que data de 1930.
   Villa de Cura, fue dos veces capital de estado, primero en 1881 a 1889 capital del Gran Estado Guzmán Blanco (Aragua, Guárico, Miranda y Nueva Esparta unidos) y del estado Miranda, con igual territorialidad, pero entre 1892 y 1898. Desde aquí despacharopn dos personajes que después fueron Presidentes de la República, Joaquín Crespo e Ignacio Andrade. Fue villacurano el primer aragüeño Presidente de la República, Manuel María Echandía, prócer de la Federación, quien ocupó con dos políticos más el Triunvirato en el Ejecutivo de 1858 previo a la Federación.

  Villa de Cura está a las puertas de sus 300 años que celebrará el año próximo, y los 300 años de su parroquia eclesiástica el 18 de julio de 2018. Quiere decir pues, que la ciudad se apresta a lucir sus mejores galas para conmemorar las dos efemérides.



miércoles, 18 de mayo de 2016

Fusilados por defender sus patrias

                                                     Oldman Botello

        Fue cruenta la guerra nacional de independencia, no hay duda. El decreto de Guerra a Muerte fue un baldón, y existe quien lo justifica a priori, como todo lo que venga del Libertador. Decenas de víctimas, españoles y canarios, pero también venezolanos fueron inmolados por no hacer el juego a quienes procuraban la libertad de la patria.

      Maracay no fue la excepción. Finalizaba la Campaña Admirable, el 7 de agosto entraba Bolívar en Caracas en medio de la aclamación de sus conciudadanos mientras los partidarios de la monarquía se encerraban en Puerto Cabello, sitiado por las tropas insurgentes. Hubo una razzia en el valle de Aragua ubicando a los más furibundos admiradores del rey, en su mayoría españoles y canarios. En Maracay fueron detenidos unos cuantos y la mayoría pasados por las armas en la plaza mayor, hoy plaza Girardot. Se cumplía lo establecido en el decreto de Guerra a Muerte “Españoles y canarios, contad con la muerte....”, siendo culpables o indiferentes. Y la muerte los vino a buscar sumiendo en el dolor a decenas de familias en el país.

    El 6 de agosto de 1813 fueron pasados por las armas “por orden del gobierno” según escribe el párroco maracayero en el libro de entierros, los canarios José Antonio Poleo, casado con María de los Santos González; Julián Fernández, casado con doña Isabel González de Párraga, de distinguidas familias de la ciudad y de Valencia y cuyo menor hijo Domingo, fue sepultado el 13 de febrero de 1815; doble dolor para la madre; Juan Martín, soltero; Sebastián González, soltero y el vasco Miguel Iparraguirre. Apenas hubo tiempo para rezar, confesarse, en fin, recibir los auxilios de la religión en momento tan crucial. La orden era terminante y sin contemplaciones. Ya llegaría el momento de tomar  venganza el partido del rey.

     Pero los fusilamientos continuaron; tres días después, el 9 de agosto de 1813  encontró la muerte otro isleño, Agustín Barroso, casado; el 26 de agosto Juan Brito, también canario, soltero; Cristóbal Guillén, canario, casado en su tierra; Antonio González, soltero, Francisco Plaza, español, soltero; dos españoles más: Roque Mireles y Manuel Márquez, solteros.

     El 6 de septiembre  tocó el turno de pasar a mejor vida al isleño Antonio González, casado con Clara Gorrín; Bartolo González, casado con Josefa González; el 29 de septiembre a don Pedro Martel, de distinguidas familias locales, canario, casado con doña Josefa Carvallo  y quien le sobreviviría hasta 1851; los Martel maracayeros originados en el isleño don Pedro Martel formaron una familia en la que se distinguieron escritores, educadores y políticos entre ellos don Manuel Martel Carrión, gobernador del Territorio Federal Amazonas a fines del siglo XIX; luego los descendientes se fueron a Caracas. Curiosamente, el 28 de octubre de 1814, al año siguiente, le correspondió el turno al esclavo de los herederos de don Pedro Martel, José Vicente Martel, casado; y a Miguel Vivas el 12 de noviembre de 1814.

     Anteriormente, en los primeros tiros por la Independencia, después de la declaración de ella en 1811, murieron en Maracay después de ser heridos en combate un grupo de milicianos partidarios de la libertad. En Maracay fue establecido un hospital de sangre en el centro de la pequeña población. Esas primeras víctimas del patriotismo muertas en dicho centro asistencial improvisado fueron: Dámaso Tovar, el 5 de agosto, Felipe Adán y el pardo Pedro Lovera, el 8 de agosto; Simón Ruíz el 9, el negro Francisco Curiepe el 19; José Tomás Carías el 21, Manuel Toro, de Naguanagua, el 27; Basilio Montalvo el 20 de septiembre, Pedro José Ulloa, el 6 de noviembre en el combate de Los Saladillos, comunidad muy poblada que no llegó a ser ciudad, ubicada aproximadamente en la actual Intercomunal Maracay-Turmero.

     En Maracay no se registraron combates de trascendencia, salvo el de 1818, que de La Cabrera vino a generalizarse en la plaza de Maracay cuando las tropas revolucionarias al mando del Canagüey llanero general Pedro Zaraza, El Taita (le decían Canagüey sus soldados porque era catire y con un mechón blanco cerca de la frente, a la manera de los gallos de ese color y Taita, porque era el más viejo de los luchadores activos por la independencia y a quien Bolívar respetaba). Por un descuido de los jefes patriotas fue sorprendido dicho ejército en el portachuelo de La Cabrera y debieron replegarse a la ciudad donde nuevamente fueron derrotados, como lo escribe Zaraza en un documento que envió como suerte de diario o como hoja de servicios ampliada al doctor Cristóbal Mendoza y del cual tenemos una copia manuscrita del siglo XIX, bastante deteriorada por la tinta, y que nos fue entregada hace unos quince años por sus descendientes. En Maracay sí se efectuaron muchas reuniones conspirativas en la vieja casona de la hacienda Piñonal, ubicada, según unos, en la actual calle 14 de San José cruce con tercera avenida y otros, que se estableció en medio de las primeras casas del actual Piñonal, después de la calle 15 o Los Chaguaramos y a la que se entraba por el callejón de Portillito. Piñonal era propiedad de don Luis López Méndez y allí estuvieron Miranda, Madariaga, Francisco Iznardi y otros dirigentes patriotas en 1810-1811.     

domingo, 15 de mayo de 2016

Hace cien años se inauguró la carretera de Ocumare de la Costa

El ocho de mayo de 1916, hace cien años, una caravana de ochenta vehículos que parecían una serpiente de metal, precedidas por la poderosa moto de un soldado de la escolta presidencial, ascendía por la imponente carretera de Ocumare de la Costa en viaje de dos horas y media.
El puente de Guamita ya culminados los trabajos

   La importante vía comunicaría a Maracay y el centro del país con la aislada población ocumareña que para ese momento era carabobeña y un año después pasaría a ser jurisdicción de Aragua en virtud de la nueva Ley de División Político-Territorial de Aragua que segregó en ese mismo año a la Sierra del Sur de Villa de Cura y la anexó al estado Carabobo, incluyendo Belén, Guambra y todo la zona serrana. 

   El decreto del general Gómez comenzó temprano, pues apenas en 1908 había asumido la Presidencia de la República tras el golpe incruento contra su compadre Cipriano Castro. Aún no fluía el chorro de petróleo y ya su administración comenzaba importantes obra viales que se extendieron a través de los años, hasta 1935 cuando se concluyó la carretera de Choroní. A mediados de año estaba comenzada la obra, cuyo trayecto fue trazado por el ingeniero Alfredo Jahn y la construiría el ingeniero E. González Lozada, quien tenía como segundo al mando al joven coronel veinteañero Alí Gómez Bello. El 11 de enero de 1912, poco antes de las Ferias de Maracay, el general Gómez, con los carritos Ford T, llamados Ford de Tablitas, realizó su primera inspección a la obra que estaba adelantada en unos 16 kilómetros, luego de volar rocas, rectificar curvas, movimiento de tierra, etc. En cada campmento de los varios que contempló la obra había teléfono para las comunicaciones entre empleados y obreros y librar órdenes. También, en cada sector que se construía donde había una caída de agua, allí mismo se elaboraban las alcantarillas de tubos de concreto hasta completar un número de 150. Fueron construídos e instalados también 25 pontones en los sitios de El Limón, Guamita, Guacamaya, el de Pueblo Nuevo en Ocumare, que tenía 100 pies de luz (30 metros 48 centímetros), el de Piedra de Tranca y el Salto del Diablo que no lo pudo derribar la onda tropical de 1987, aunque lo cimbró un tanto y sigue allí, cien años enhiesto. 
La caravana presidencial cuando hizo un alto en Rancho Grande para apreciar los trabajos realizados
    En la gran caravana inaugural venían además del Caudillo de Diciembre y su familia, el Presidente provisional de la República Dr. Victorino Márquez Bustillos, los ministros del Despacho Ejecutivo, la casi totalidad de los Presidente de estado, funcionarios de menor rango y el pueblo de Ocumare que los esperaba en la entrada dando vítores al gobierno de la Rehabilitación. Toda la prensa estuvo presente y publicó sus informaciones. Además, se imprimió un librito con los resultados de la llamada Gira Progreso, que abarcaba varias poblaciones del estado Miranda donde fueron inauguradas también sus carreteras, viaje a Güigüe por Magdaleno para visitar las haciendas del general, regreso a Maracay para visitar las industrias ya levantadas y el incipiente zoológico en el parque Los Nísperos, frente al sitio donde el general Gómez construiría su casa de campo en 1922, en Las Delicias y donde solo había momentáneamente el garcero que el general Pérez Soto compró al general José Ignacio Briceño en San Fernando de Apure. En Ocumare, en El Playón, visitaron el esqueleto seco del árbol donde señala la tradición estuvo el Libertador el día de juilio de 1816, hace doscientos años y firmó el segundo decreto de liberación de la esclavitud.
El general Gómez, presidente electo; el Dr. Márquez Bustillos presidente provisional, el ministro de Obras Públicas Luis Vélez, el gobernador del Distrito Federal don Juancho Gómez, y otras personalidades en la carretera de Ocumare de la Costa.
     La carretera de Ocumare de la Costa, que cumple sus primeros cien años, permitió también la comunicación con los poblados de Cumboto, Independencia, Cata y Cuyagua, todos polos de atracción turística por antonomasia junto con Choroní.